Hedy Lamarr, actriz e inventora

Hedy Lamarr fue una actriz austríaca que se crió en Viena durante su infancia y adolescencia, hija de un banquero y una pianista, gozó de una posición social acomodada que le permitió empaparse de cultura a muy temprana edad, era espectadora asidua de espectáculos musicales y teatrales. Siendo todavía menor de edad debutó en el cine como protagonista de una película erótica, la cual causó polémica a nivel mundial, «Éxtasis». A los 19 años se casaría con un empresario alemán millonario bastante mayor que ella, que tenía como negocio principal vender armas y aviones a los nazis (era un fascista amigo íntimo de dictadores como Hitler o Mussolini). Los celos enfermizos de su marido y su trato abusivo (la tenía permanentemente vigilada y se obsesionó con destruir todas las copias de Éxtasis, y además terminó por mantenerla encerrada en su mansión, la consideraba un trofeo, una mujer joven y bella que utilizaba para presumir ante sus amistades), hicieron que decidiera escaparse a Londres, elaborando un plan de fuga en colaboración con su asistenta. Allí conoció al mandamás de la Metro (estaba buscando actores extranjeros para contratarlos por poco dinero) que quedó encandilado por su belleza abrumadora y exótica. 

Como tantas otras estrellas femeninas Hedy Lamarr no fue lo suficientemente valorada ni como actriz ni como mujer, de hecho tenía inclusive una injusta fama de mala intérprete. Corrió una suerte similar a la de Marilyn Monroe, Rita Hayworth o Ava Gardner, buenas actrices que Hollywood no supo aprovechar al máximo, o bien porque se las encasillaba para asegurarse buenos beneficios económicos o porque se les daban escasos papeles a su altura. La industria de cine norteamericano no supo ver más allá de la belleza y elegancia de Hedy, acabó por convertirse en una víctima o juguete roto del sistema que la había aupado al estrellato, llegaron a inyectarle metanfetaminas en repetidas ocasiones (la engañaron diciéndole que eran «vitaminas»), esta droga tan fuerte le provocó un cambio drástico de personalidad tal como relataron sus hijos, de ser una persona encantadora pasó a tener un carácter violento (hasta el punto de agredir a sus vástagos en alguna ocasión). Y también en el ocaso de su carrera estuvo sometida a una gran presión mediática con respecto a su físico, lo que le llevó a obsesionarse con las operaciones de estética, su imagen jugó un papel demasiado relevante tanto en su vida personal como en la profesional, muchas parejas la consideraban un florero y Hollywood generalmente explotaba su físico, no su evidente talento. Su trayectoria posee pocos papeles realmente destacables, recomendaría especialmente cuatro trabajos: Cenizas de amor, Sansón y Dalila, La extraña mujer (una de las dos cintas que produjo) y Tortilla Flat.

Su faceta más desconocida (y que demuestra ampliamente su inteligencia) fue la de inventora, su invento más reseñable fue el salto de frecuencia, un sistema que se utiliza en tecnologías actuales como el WiFi. Hedy lo inventó para ayudar a los americanos a vencer a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, el salto de frecuencia en teoría mandaría información a los misiles de la ubicación exacta de los submarinos alemanes. 

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